Aunque el implacable tiempo traspase, como una lluvia radiactiva, cada uno de mis poros y revuelva un recuerdo tras otro; la visión de las cicatrices me hace vivir el mismo día una y otra vez. Relojes de aire en los que el tiempo es infinito y a la vez inexistente.
La herida de tus garras dividió en dos mi ser y desterró una de las mitades al jardín que antecede a las puertas del infierno, donde el espacio no existe y los segundos duran años.
La otra parte vaga de esquina a esquina de mi habitación, con el diablo por conciencia y la esperanza como custodio de mi vida, pues solo me quedan los segundos que aún están por llegar.
El universo se agrieta con cada uno de mis gritos. Con fuerza vomito las mariposas que habitaban en mi estómago, las lágrimas mojan sus alas obligándolas a caer en un vórtice de arena aguamarina.