Cruzó la cella del Templo de Baco (*) con la mano derecha apoyada en su vientre fecundo.
La devota del dios del sexo y los excesos se acostó con los brazos en cruz alineados con dos semicolumnas corintias enfrentadas y los pechos, hirsutos, apuntando hacia el techo. Las piernas abiertas en forma de "V" en cuyo vértice habitaba el Sentimiento Eterno.
Su piel y el mármol formaban un solo ser, como si poco a poco se fuese desvaneciendo en el frío pavimento. Su rostro distinguible por dos orbes negros colmados por las aguas del odio, la Estigia, que gota a gota abandonaba el cuerpo por la orografía de sus mejillas.
En la mano derecha sostenía un escalpelo...
Su pulso trémulo titubeaba al aproximarse a la parte superior de su ombligo. En un solo gesto caligrafió una línea de simetría que dividió su vientre en dos. Alrededor de la sección había múltiples heridas causadas por el temblor, la angustia y el miedo. El rostro inerte.
Respiró hondo...
Decenas de hilos sanguinolientos surgieron del corte, como una gran hoja y sus múltiples nervios. El rostro inmóvil.
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Poco a poco fue introduciendo sus finos dedos en la gran raja vertical, palpando con las yemas el fruto de su mente. Alcanzó el éxtasis... Se regocijó en el tacto de sus manos removiendo las entrañas, arrancando, despojándose, limpiando y exterminando todo rastro de su huésped. En un arrebato caníbal y saciando su pasión mística, desmembró y devoró cada una de las almas que en su interior habitaba.
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Cuando recobró el sentido caminó hasta el frontón y se dejó caer en la escalinata con las piernas temblorosas. El sol de invierno iluminaba su rostro ensalzando su sonrisa de satisfacción.
Nadie nunca volvería a dañarla.
(*)_Templo de Baco situado en el yacimiento de Baalbek (Líbano). Su construcción data del S II a.C.