Era circular, cuadrada, en espiral o laberíntica; o todo a la vez. Las paredes, el suelo y el techo estaban formados por una cuadrícula infinita de líneas.
En ella el dolor físico era inexistente o, mejor dicho, despreciable en comparación al otro, al real. Éste se sentía como infinito. Cuando ocurría, las líneas perfectamente ortogonales se transformaban en quebradas cortándose unas con otras. Los gritos rebotaban en las paredes creando un eco interminable.
La única salida está oculta, pues el exterior nunca había importado. El "afuera" siempre había sido un reflejo de lo que en la habitación ocurría.